Azul

Azul
Escribiendo

martes, 11 de diciembre de 2007


Nadie por aquí, nadie por allá, será porque todos ocupados están. JaJa

Bueno che, que no decaiga!

Éxitos!!

:) Ann

miércoles, 3 de octubre de 2007

El gran mundo

Irme y quedarme
y a instalarme
naufragar
y al naufragar
partirme

Mientras el desfile de peces encerrados
presenta us herrumbadas y comprimidas
agallas atrapadas en anzuelos
que se vencen
ante las ciénagas conectadas
a redes de espionaje
que no respiran
ni dejan respirar

Y los restos se reducen
a aletas y colas
que se retuercen
a la temple injustificada de la mar

Cuchillas marchan
despues de largos anocheceres
renaciendo con rojos y triturados amaneceres

El paraíso
solo es un jardín terrenal
fuera del alcance
de las branquias acuáticas

Y la sal comenta
que allí tambien
se descargo el humo en los pulmones

Coloradas se encendieron las mejillas
como cigarrillo aspirado
con fuerza atropellada y sedienta

Cabezas relajadas
no brotaron chispas
menos luz
y la quietud furiosa atrapa el viaje

Satisfechas las redes
flotan sin ya
ese ardor que empuja
sino
con fina camaradería delfinezca

Las anguílas
serpientes ordinarias eranse ahora
y el sol brilló para ellas
sin la esperanza que antes.

"Esos años felices"

La tierra tibia aún guarda los últimos secretos
Vicente Huidobro
Melódica añoranza
oruga que se escapa de su metamorfosis
qudandose oruga
(gusana sin vuelo)
Labios alzados en muda sinfonía
quebranto tácito explicitando
lenguas cocidas manos sindáctiles
místico y exótico dictámen
llaga prometedora de invalidar
partículas renegadas y recodos naufragables
perverso resquisio que delata
inacceso al secado rápido
(refuta tormenta)
parámetros moldeables nunca invisibles
pantalla multicolor expansiva
vacas en blanco y negro triúnfo del pie/mano
Ostentosa posición y oposición
Óptimo estado para actuar
martillazo a favor de la lujuriosa tergiversación
lúgubre laberinto
acontecido por la invícta jauría verde
horas premeditables
minutos pernoctables
segundos caprichosos y conformables
Santificacion pura del suministro de perversión
alabanzas vanas
libro primogénito inútil
rescate permeable
inversión invalidada
llovizna de derrota...
mosquito posado en la estancada laguna
fermentando caldo atroz
dispuesto a estallar salpicando
salpicandonos.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Alejandra Pizarnik


Aunque sea unos días depués


Estos porque me gustan y es bueno releerlos, siempre diciendo algo nuevo


FRONTERAS INÚTILES

un lugar

no digo un espacio

hablo de

qué

hablo de lo que no es

hablo de lo que conozcono el tiempo

sólo todos los instantes

no el amor

no


no

un lugar de ausenciaun hilo de miserable unión.


COLD IN HAND BLUES

y qué es lo que vas a decir

voy a decir solamente algo

y qué es lo que vas a hacer

voy a ocultarme en el lenguaje

y por qué

tengo miedo

martes, 25 de septiembre de 2007

primavera mala

El Qariño y yo encontramos un aviso en unos diarios viejos. Los diarios son unos papeles en que los nativos escriben todo lo que les pasa, organizados más o menos por temas. Se vende -salió en avisos clasificados durante un mes- ajuar de novia sin usar.
Es asombroso todo lo que se vende en este planeta sin usar. El planeta, en sí, está muy usado.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Primaverosamientre

XLVI.

IAM uer egelidos refert tepores,
iam caeli furor aequinoctialis
iucundis Zephyri silescit aureis.
linquantur Phrygii, Catulle, campi
Nicaeaeque ager uber aestuosae:
ad claras Asiae uolemus urbes.
iam mens praetrepidans auet uagari,
iam laeti studio pedes uigescunt.
o dulces comitum ualete coetus,
longe quos simul a domo profectos
diuersae uarie uiae reportant.
C. V. Catullus

Ya la Primavera vuelve a traer los días suaves,
ya las borrascas del cielo equinoccial comienzan a aplacarse
ante las suaves brisas del Céfiro.
Abandonemos, Catulo, las llanuras frigias
y la fértil campiña de la abrasada Nicea;
volemos hacia las famosas ciudades de Asia.
Ya el espíritu, en alborozada impaciencia,
desea andar vagante, ya los pies, alegres por la manía de viajar
comienzan a recobrar vigor.
¡Oh mis amables compañeros de séquito, adiós!
Los que juntos partimos de nuestra lejana patria por caminos diferentes
y en diversas direcciones retornamos a ella.


La tradición-traducción-traición (sin agraviar) es de Víctor-José Herrero Llorente


Tenía ganas de publicar algo ya que todavía no lo había hecho y, atento al primaverismo imperante (con su correspondriente alergia), les dejo este carmen. De hecho, es lo más primaveroso que tenía a mano. Espero no quedar muy "sectarista" por ponerlo en latín, pero vieron lo que se dice de las traducciones... tal vez alguien se entretenga asustando a su familia al escandirlo o leerlo en voz alta. Felix estación pra tutti cuanti.
Sepan que, en general, prefiero el Otoño.

Un pequeño cuento, para ustedes...

DISFRACES

Voy rumbo a Welzen, mi pueblo natal, para visitar a mis padres. Desde hace ya casi cinco años vivo en Berlín, donde mis padres me creen felizmente casada con un médico.
Todo va en orden. La ropa de viaje y el equipaje de una señora. La alianza en mi mano izquierda, una foto de mi supuesta boda y una carta de mi supuesto marido constituyen pruebas de mi condición ante mis padres.
El tren se detiene en un pequeño pueblo llamado Stengal. Sólo un anciano aborda el tren. Ante la mirada despectiva de los demás pasajeros, el anciano comienza a buscar un lugar para sentarse. Vestido con harapos y con aspecto cansado, recorre con la mirada los asientos disponibles.
Son pocos los lugares ocupados. En el vagón sólo hay diez personas sentadas. Tres matrimonios judíos, que van juntos, a pocas hileras de mi lugar. Una pareja de ancianos con una niña pequeña se ubican en la fila siguiente a la mía, bien atrás.
Los tres matrimonios, que rondan los cincuenta años, lo miran con desaprobación y disgusto. El anciano retrocede y se sienta frente mío.
-Viejo sucio – murmura uno de los hombres.
-¿Cómo lo dejaron subir a este tren? – se pregunta la más obesa de las tres
señoras.
-Deberían enviarlo con el equipaje.
-Habrá robado dinero para comprar su boleto.
-¡Qué vergüenza! ¡Las cosas que pasan hoy en día! El mundo está cada vez peor.
El anciano levanta los ojos y me mira, quizás esperando recibir una mirada reprobatoria. Le sonrío. Sus ojos son pálidamente celestes. No es tan anciano como me pareció en un primer momento por su pesado andar. Debe rondar los sesenta años.
Conozco esa mirada. Es la del hombre rechazado, el hombre herido, el hombre abandonado. He visto miles de veces esa mirada: en ojos azules, en ojos marrones, en ojos verdes. Pero es siempre la misma mirada. Dolor. El dolor del desprecio.
Muchos de mis clientes llegan a mí con esa mirada. Hombres despreciados que desean ser amados. Al menos, desean por un instante imaginar que son amados. Y me presto a ese juego.
No hay manera en que esa mirada se transforme en deseo, como ocurre con las miradas de quienes ya me frecuentan. Este hombre no me conoce, no hay forma de que requiera mis servicios. No, su mirada no está cambiando. Pero comienzo a sentir ese dolor que siente él. El dolor del desposeído. Lo he sentido tantas veces yo misma. Pero nunca con tanta intensidad. Siento que él me transmite ese dolor.
El anciano ha cerrado sus ojos. Duerme apoyado en la ventana. Yo custodio su sueño mientras oigo las risotadas de sus burladores, quienes seguramente siguen mofándose del pobre anciano.
Presto atención a sus comentarios. Viajan desde otro pueblo a Wittenberge, para celebrar una fiesta judía. Se entusiasman por la llegada de un tal rabino Avram.
Entretanto pienso en pedirle al anciano que me acompañe a casa y se haga pasar por mi marido. Al menos le pagaré unos marcos que podrán ayudarle en sus desventuras.
El tren llega a Wittenberge, donde deben bajarse los judíos. El anciano se despierta y se levanta de un salto. Se bajará en esta estación.
- Buen señor – le digo, pero no me oye. Ya está bajando del tren. – Buen señor – repito, siguiéndolo para hablarle.
Un grupo de gente de la estación se abalanza sobre él.
-¡Rabino Avram! ¡Bienvenido a nuestro pueblo!
-Gracias, gracias, queridos míos – dice él.
La señora obesa abre sus ojos desorbitadamente. Codea a su marido. El resto del
grupo, tomando su equipaje apresuradamente, corre tras él.
-Rabino Avram, disculpe que no lo reconocimos.
-Perdónenos por no haberlo invitado a unirse a nosotros.
-Vinimos hasta aquí para conocerle en persona.
-Por favor, disculpe si hemos hecho algún comentario ofensivo hacia su persona.
-Sí, por favor, perdónenos.
El anciano levanta su voz y todos callan. Con una sonrisa seria les dice:
- Está bien, queridos míos, yo los perdono. Olvidaré la falta pero no olviden ustedes
que el Señor no mira la apariencia, sino el corazón; y hagan ustedes lo mismo.
El tren comienza a moverse y yo me quedo sobre él, rumbo a mi pueblo. Vuelvo a sentarme en mi lugar. ¿Todo está en orden? Mi ropa de viaje y mi equipaje de señora. La alianza en mi mano izquierda, la foto de mi supuesta boda y la carta de mi supuesto marido. Pero ¿mi corazón? Mi corazón se queda en la estación de ese pequeño pueblo.

Patricia Fernández
Estudiante de Letras

jueves, 13 de septiembre de 2007

Cuántas veces al día

Cuántas veces al día

¿Qué silencio es culpable de la muerte de un hombre?
¿Qué silencio en nosotros ha colgado inocentes?
¿Qué silencio maldito ha cegado algún nombre?
¿Cuántas veces al día merecemos la muerte?

No busquen más alrededor.
Ustedes son, no busquen más.
No es el de atrás, ustedes son.
No es el de al lado, no,
eres tú mismo, sí,
el que sonríe bien,
el que sabe callar.

¿Cuántas veces al día merecemos la muerte?
¿Qué silencio aprendido nos preserva la vida?
¿Qué silencio oportuno nos convierte en prudentes?
¿Qué silencio asesino nos llena la barriga?
¿Cuántas veces al día merecemos la muerte?

Silvio Rodriguez, 1969
- los destacados, obvio, son mios -

martes, 11 de septiembre de 2007

Herida absurda. La blogovela

UNO.

Vivimos en pasillos que llegan casi al infinito cuando estamos cansados. Hoy el viento se aprovecha de nuestras almas y nos asesta tierra sin pena. La tierra trae penas; es el viento el que no tiene pena de nosotros. El Qariño y yo salimos todos los días de nuestra madriguera amorosa para viajar hasta el templo del saber. Allí nos esperan los Auctores. También nos esperan otros seres, algunos munidos de mate, unas calabacillas en que ensartan un tubo largo que transporta un agua colorida de verdoso, producto de su contacto con una so called yerba. Los Auctores son nativos que viven allí, en el templo. Eso dicen. Percibimos su presencia de mil maneras, muchas minuciosamente crueles, pero verlos, verlos, no los hemos visto aún. Sí hemos oído voces que dizque les pertenecen, aunque los dichos ya son de todos. "Herida absurda", sin ir más lejos, es un dicho que llegó en una voz que ahora retomo. Que será plagio, que no lo será, chi lo sa.
El Qariño y yo nos amamos y eso también es plagio de tanto sentir que hubo traslasierras y traslosmares en todo tiempo y todo lugar. Es una militancia que tenemos El Qariño y yo; sabemos que Auctores hay que sostienen que, como la historia, el amor se terminó. Pero los contraposmodernismo somos así: decretamos que el amor, aunque llegue a costar la vida, seguirá siendo militado desde esta trincherita.
Afuera la tierra que azota el viento contra las paredes atemoriza. El Qariño pinta sus ojos de marrón, yo me corono antes de salir. La armadura puesta, tomamos el 15 que llega a las puertas del templo. Allí al-morzaremos, que consiste en sentarse a la vera de unas mesas largas y esperar, esperar. Hemos visto otros que llegan con sus bandejas de vituallas, pero todavía no hemos comprendido el mecanismo que les asegura el acceso a las bandejas. Parece que las vituallas permanecen en manos de nativos, detrás de unas paredes en las que se han practicado unos boquetes. Por allí pasan las vituallas, pero todavía no sabemos cómo convencer a los nativos de que también El Qariño y yo tenemos hambre, tanta hambre.

DOS.

Nadie nos sigue a El Qariño y a mí. Esas son buenas noticias, porque cuando alguien te sigue entre los nativos significa que pronto "te pondrán tras las rejas". Hay discusión al respecto. Entre los recién llegados a este planeta, hay quienes piensan que lo de poner tras las rejas es hoy anacrónico: la creencia procede de sucesos de hace tres décadas (período de diez años aquí). Sin embargo, El Qariño y yo estamos seguros de que hemos visto gente desaparecer después de la vigilancia y el seguimiento concienzudo de algunos. Otros de nosotros piensan que solo te pueden "meter entre rejas" si tienen terminados unos papeles que escriben ciertos nativos después de que otros te han golpeado y te han gritado según reglas. Todo ese rito precede al encerramiento. Por mi parte, pienso que la desaparición o las rejas pueden ser metáfora, un sistema de comunicación muy utilizado en la Tierra. He visto nativos con las rejas sutilmente tatuadas en la piel, o quizás era el sistema de barras de los precios, no sé, todavía no los distingo bien.
La cuestión es que ayer estábamos juntos con El Qariño al-morzando y vimos pasar a uno de los nuestros con una bandeja repleta de sustancias dispuestas sobre unas bandejas más pequeñas y combadas, de color blanco. Las sustancias parecían comestibles, lo que quedó confirmado cuando nuestro coterráneo procedió a sorberlas por la boca. Por la expresión de su rostro, parecían agradables. No podemos hablar con él, está prohibido, así que no pudimos preguntarle a qué sabían los alimentos. Tampoco hemos podido averiguar a qué sabe la felicidad en este planeta, ni por qué los nativos utilizan pocas palabras de las muchas que pueblan sus diccionarios, ni por qué está prohibido hablar con las palabras de los diccionarios de otras zonas del planeta. Aunque la prohibición no es explícita, nadie usa las palabras prohibidas más que cuando se encierran en unos cuartos equipados con paredes en las que escriben con trozos más pequeños de pared. Allí las pronuncian con unción, como sabedores de una clave cierta hacia un non plus ultra de peligros inauditos y promesas de quién sabe qué. Pocos usan esas palabras prohibidas. Mientras lo hacen, en sus rostros se puede rastrear el placer que produce su pronunciamiento. Son como tentáculos que excretan las mejillas, tentáculos de autocomplaciente flagelancia, de erotomante suplantita craeterez.
En fin. Nos ha tocado una misión en la que hay más pensamiento que acción. Nuestra acción ha de ser pensar, lo que ya muestra la clase de sufrimiento a que nos enfrentaremos El Qariño y yo. Cada vez que me corono, no disfruto de los bellos colores del boinón en que encierro mis dreadlocks, sino que me pregunto por qué los nativos de Jamaik le llaman "coronarse" a encerrar las víboras de pelo de la cabeza en la rojo-amarillo-verde coloreada trama de lana. Cada vez que El Qariño pinta sus ojos, no disfruto del bello espectáculo y del no va más del resultado, sino que me pregunto qué tradición impulsa las extremidades superiores de mi amado hacia los crayones y de allí a sus oquedades visuales, a sus hermosos globos oculares, para dibujar las líneas Boy George-style que combinan absurdas pero bien, ergo bien absurdas, con su rulo de la frente y su gorrito marinero. ¡Oh amor, que tan buena prensa tienes como plausibilidad vital y, sin embargo, cuyo devenir realidad deseo tan ardientemente para mí! ¿O debí haber dicho "mala prensa" pra que se comprenda el razonamiento? Con la selección hecha significo que "buena prensa" es garantía de cosa indeseable pra mim. Puf, el gato de El Qariño se ha meado en mis papeles. Ya les explicaré qué es un gato. Pero bueno, cedo a la tentación de seguir: el gato es un ser vivo, por eso mea como los humanos, es decir excreta líquido, algo incomprensiblemente incómodo y de solución viable por medio de la evitación del beber agua o cualquier otro líquido. Sin embargo, siguen bebiendo, lo que ha de tener su explicación también.

domingo, 9 de septiembre de 2007

¿Como se hace?


¿Cómo se hace?

¿Cómo se hace para tomar todo eso que hemos aprendido,
leído
y hasta escrito
-tal vez-
y convertirlo en acciones?
¿Cómo se hace para lograr que las palabras cobren vida y movilicen?
¿Cómo se hace para que ellas primero logren entrar en ojos ciegos y segundo se impregnen en las manos y lleven a cabo la acción?
¿Cómo logramos quebrar el imaginario y la estructura?
¿Cómo torcemos el destino?
¿Qué manifestamos?
¿Cuándo? ¿En dónde? ¿De qué manera? ¿QUÉ TENEMOS QUE ESCRIBIR?
O vamos a seguir entendiendo
descubriendo
disfrutando
reuniendo herramientas
mas sin hacer nada para compartirlo con alguien más.
¿QUÉ? ¿Acaso vamos a seguir despertándonos sin ir por alguien más?
……………………………………….
-¿Hasta cuándo voy a seguir sin hacer?-
Quiero la formula
el secreto
la llave
el misterio
la manera
Quiero -reclamo- saber ¿cómo?
¿Cómo se hace?
¿Cómo se logra?

Y sino… ¿De qué sirve? … vamos a seguir adornando páginas que nadie lee con grandiosas ideas que se mantiene mudas –ni siquiera afónicas-

Quiero hacer algo… pero no sé cómo.

¿Quién contesta?

sábado, 8 de septiembre de 2007


¡Holas gente! Bueno, contribuyo ya q soy contribuyente, jaja (lamentablemente no recuerdo de quién es, asi q si alguien lo reconoce por favor dígalo sin mímica y con nombres)
¡Sigamos leyéndonos!

viernes, 7 de septiembre de 2007

Judith

No puedo dejarte de ver
arañando el silencio con tus ojos
tratando de decir algo que las palabras
nunca hubieran dicho mejor.
Aquella mirada
era el resumen de la noche posado en tus ojos
con su lluvia, su viento y tu miedo al mar
y aquel sueño que te conté.

No puedo dejarte de ver
describiendo una estrella descubierta por mí
en tu erótica constelación
que no cabe en los mapas del cielo.
Tu mano dibujando en el aire
era capaz de ponerle colores
al espacio vacío que se llenaba
con la luz de la estrella brillante.

Cuida bien tus estrellas, mujer
cuida bien tus estrellas,
cuida bien tus estrellas, mujer
cuida bien tus estrellas.
Cuida bien tus estrellas, mujer.

No puedo dejar de decir
que hay idiomas perfectos por descubrir
y que son olvidados frecuentemente
en el tedio del tiempoy hay que buscarlos,
porque los barcos y las piedras
tienen abecedarios mejores
para demostrar que son bellos sencillamente
sin palabras o esquemas.

No puedo dejar de decir
que esta triste canción a tu lado oscurece
que quizás este sea el último misterio
que mirarán tus ojos nacer de mis manos,
pues es tarde quizás para mí
y Caín me ha marcado sobre la frente
pero quiero alertarte de un gran peligro
y quisiera encenderte esta frase en la mente.

Cuida bien tus estrellas, mujer
Cuida bien tus estrellas
Cuida bien tus estrellas, mujer
y que nunca las pierdas.

Silvio Rodriguez ,1969

martes, 28 de agosto de 2007

Pour faire la memoire

Para hacer el amor
Antonio Cisneros

Pour faire la mémoire evitarás todo sol
que aúlle su calor sobre tus manos
galvanizándote ojo y lápiz.

Sombrías brumas has de preferir pour faire la memoire:
preferirlas a que tu persona entera
se achicharre en la lenta estela
de horas ardorosas sobre tu frente memoriosa.
.
Pastos frescos para vos -y para cualquiera-
mejores que pastos en amarillo seco
pour faire la mémoire serán, pero la arena gruesa,
ah la arena, la arena, il fait meilleur todavía.
Sobre ella, ya sabés, cunden recuerdos
se dibuja lentamente con un dedo,
se funde el agua, se desliza el tiempo.

Pour faire la mémoire, anidarás
ni cerca de las bardas donde el suelo duro
apretará tu carne contra un cielo grande y malo
ni junto al ondulante Limay de sirenas invisibles.
Tampoco tu cama, que mal reino
para rememorar han sido y serán los lechos,
procelosos reinos de lágrima y tentación.

Limpios has de tener los intestinos y los pensamientos
como pradera no tocada por resentimiento o amargura.
Ni valle ni monte quedarán ocultos a tu memoria:
holgarás entonces en todos sus caminos.

La oscuridad total no guarda al mejor amor
ni a la memoria. Tu cielo debe estar limpio, azul, amable,
redondo como el abrigo de los grandes amigos.
Así verás el rostro de Dios o los dioses o los rostros
de aquellos que en tus memorias laten.

Para hacer la memoria, en fin, cuerpo discreto
precisarás mas nunca en reposo, sí pulmones abiertos, sí frases temperadas.
Es difícil –lo verás- faire la mémoire, pero se aprende.

(CONTINÚA CUANDO QUIERAS...)
Tamagotxi Ben Avid (heterónimo de Kiwi Ramírez)

sábado, 25 de agosto de 2007

Inicio, Invitación, Propuesta

Invito a todo aquel que este leyendo
esto a revisar las entradas.

Algunos ya conoceran los textos porque
fueron leidos en público...

Desde acá los comparto con ustedes
por si alguno les interesa.

Leer, jugar, Vivir...

Leer, jugar, Vivir

Alic Valeria Branka

Cuando somos niños una de las cosas más importantes en nuestras vidas –tal vez la más importante- es divertirse, pasarlo bien, jugar a toda hora y en todo momento.
Jugamos muchos juegos y éstos nos posibilitan una infinidad de universos, cantidades de realidades e inmensidad de experiencias. Ellas nos dejan marcas, una huella de su paso por nuestras vidas, una enseñanza para salir a jugar “el juego de cada día”, para no permitir que el que se considera más grande nos avasalle y nos impida seguir jugando.
Durante los juegos nos permitimos “ser otros” -o jugar a que lo somos- y desde esos lugares vemos el mundo de manera distinta, tal vez, hasta lo entendemos, porque cuando jugamos nadie nos juzga, todo es como “de mentiritas”, por eso nos arriesgamos más y hacemos tantas cosa que de otra forma no haríamos.
Frente a este mundo donde todo es dinero y consumo, los juegos enseñan valores importantes para la vida, valores realmente importantes, valores que no son tangibles como aquel que domina y mueve al mundo… valores como el compañerismo, la solidaridad o la amistad.
Sin embargo, ya de grandes y por alguna extraña razón, dejamos de jugar… las reglas cambian y con ellas, pareciera ser, también los valores.
Se nos enseña a resignarnos y a continuar los ciclos que están destruyendo todo y a todos. Y para que a nadie se le ocurra que puede ser diferente, para que a nadie se le ocurra que podemos cambiar, vivir mejor, para que nadie piense que puede existir otra realidad, se imprime un entretenimiento que ayuda a alienarnos, que pide que no hagamos nada, solo debemos sentarnos y ver, contemplar embobados, maravillados hasta que naturalizamos lo que vemos aunque sea atroz y nos acostumbramos a no pensar.
La sociedad establece que lo único que importa es el dinero y que todo lo que sucede no debe cuestionarse. Por eso entretiene colocando pantallas que solo exhiben, mientras los espectadores no hacen más que contemplar, ya no piensan, no juegan, no aprenden…
Ante ese mundo ensombrecido una luz se abre paso tras una puerta que se abre…nos encontramos con un posibilidad que impide que la sombra avance…
La posibilidad se llama Literatura y nos invita a jugar cuando nos desafía a concebir universos muy distintos de aquel en el que vivimos. Cuando al leer un poema debemos descifrar su enigma. Cuando en unas cuantas líneas de un pequeño cuento descubrimos un mundo de reflexiones. Cuando una novela nos hace comprender que podrían existir personas con una vida totalmente diferente a la nuestra y que desde el relato de su experiencia nos dicen mucho más.
El libro nos invita a jugar con la capacidad de percepción, sopla sobre las cenizas que cubren los ojos de nuestra imaginación y el razonamiento.
El libro o la literatura presentan respuestas a mucho de lo que no entendemos y también propone nuevas preguntas para aquello que creíamos entender. Nos enseñan, nos recuerdan, nos despiertan… o susurran como quien sopla una respuesta, a ver si con esa ayudita logramos seguir en carrera para intentar llegar a la meta, ganarle el juego a la codicia, la envidia, el horror y la alienación.
Como estudiante de letras que soy puedo decir que la literatura me ha devuelto la dimensión del juego y con ella la posibilidad de leer la realidad de diversas formas. Además me ha enseñado que la vida es eso, un juego solo hay que salir a jugarlo y, mientras tanto, aprender y divertirse.

CUENTACUENTOS

CUENTACUENTOS

Cecilia Calegari

El movimiento de cuentacuentos ha vuelto a aparecer con mucha fuerza en estos últimos años. Había pasado un período de silencio o de soledad, pero por suerte la palabra ha podido resurgir.
Yo comencé a mitad del año pasado un taller con Ileana Panelo, pionera cuentacuentos en la región. En un principio comencé porque necesitaba realizar una actividad artística, pero la verdad es que me llevé mucho más que arte: quedé encantada con todo.
Personalmente, descubrí que me gusta el hecho de contar cuentos porque creo que es una actividad que nos aleja un poco de esta realidad que a veces es un poco triste. Sin embargo, con respecto a esto, uno puede observar que tiene una doble mirada, ya que por un lado un cuento te lleva a otro mundo, te lleva a imaginar personajes, ambientes, acciones… Pero, por el otro, hay narraciones que creo que nos acercan tanto a la realidad que hasta nos abren los ojos. A mí me gusta más que nada este tipo de obras: las que dejan un mensaje, te dejan pensando, “regulando”...
En este sentido, lo vinculo un poco con la carrera de Letras porque ésta significa liberación. Los cuentos, los poemas, las canciones, están en Letras. Nos permiten ser libres en el sentido de que al leer, al contar, nos permitimos cada uno no tener que depender de las “verdades” que se nos imponen. Las lecturas abren las puertas al conocimiento, y cuando uno conoce tiene más posibilidades de decidir, de elegir. Por esto me parece importante la selección que uno haga del cuento que quiere contar, lo cual es todo un proceso.
Por ejemplo, uno de los cuentos que conté el año pasado es de Eduardo Galeano. Lo elegí porque es un cuento hermoso que dice mucho sobre esa inocencia de los niños un poco ambigua, está llena de viveza, llena de esa cosa que muchas veces nos deja con la boca abierta.
Es el cuento que va a continuación y que pertenece al libro......................:



1976, Libertad: Pájaros prohibidos

Eduardo Galeano

Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido ni saludar a otro preso. Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.
Didaskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso por tener ideas ideológicas, recibe un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años. La hija le trae un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompen a la entrada de la cárcel.
Al domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos, y el dibujo pasa. Didaskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas:
-¿Son naranjas? ¿Qué frutas son?
La niña lo hace callar:
-Ssshhhh.
Y en secreto le explica:
-Bobo. ¿No ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.

Razón, escritura, literatura

Razón, escritura, literatura

Pablo Maximiliano Pellejero

A los que estudiamos letras nos gusta leer y escribir, o, por lo menos, una de las dos cosas. Generalmente, por eso es que elegimos esta carrera. Especulamos con la idea de que nuestro futuro trabajo como docentes o como investigadores (o como periodistas, correctores, etcétera) tenga, aunque sea, un poquito que ver con aquello que nos apasiona.
Como decía, algunos llegamos hasta acá porque tenemos una extraña manía: la de leer y tratar de comprender todo escrito que el destino nos ponga entre manos; y queremos ver si ahí, en la Facultad de Humanidades, se nos explica a qué se debe tan peculiar característica cuyo efecto más trascendente suele ser el mero disfrute. Otros, porque hemos descubierto que tratando de plasmar nuestro pensamiento en palabras nos sentimos más satisfechos que casi con cualquier otra actividad. Y otros, porque lo que más nos importa es hacer lo posible por mostrar a los demás esas maravillas del lenguaje que a penas estamos empezando a descubrir.

Me han pedido que hable sobre la escritura, sobre el placer de escribir. Y voy a hablar de ello, pero lo voy a hacer desde mí propia experiencia. Me gusta escribir. No soy poeta, no escribo cuentos ni novelas, ojalá tuviera esa capacidad, si es una capacidad; tal vez sea un don.
Al estudiar Letras se lee bastante, como suele decirse:
— ¿Y qué estás estudiando?
— Letras.
— Ah… vos debes leer muchísimo, ¿nocierto?
Mientras se estudia esta carrera no se escribe tanto como se lee, pero también se escribe mucho —y eso, sin tener en cuenta que tal vez haya varios que, además de estudiar, se dediquen a escribir (poesía, novelas, cuentos, o quién sabe qué). Y si, cuando el contexto nos es favorable, nos pasamos el día leyendo, es posible que debamos pasar la noche escribiendo. Cuando una materia coincide con nuestro gusto personal —y esto implica muchísimos factores: temas y profesores entre los más relevantes—, es buenísimo porque es uno de los pocos momentos en que se puede unir lo que llamamos “facultad” con lo que podemos llamar “gusto”, “placer” o “afición”.

Pero, como esto último es muy poco frecuente, tenemos que ir aprendiendo a disfrutar a través de cómo escribimos, porque lo que escribimos muchas veces no es lo que más nos motiva. Y en este punto, como dije antes, puedo hablar sólo por mí. Porque todos tenemos maneras diferentes de sentir el lenguaje. Y, en particular, tenemos distintas formas de sentir esa consecuencia, ese prodigio, esa manifestación del lenguaje que nos fascina y que llamamos literatura. A veces, ni siquiera nos ponemos de acuerdo a qué vamos a llamar literatura y a qué no.
Por eso decimos que no todo lo que leemos es literatura ni todo lo que escribimos tiene que ver con ella. El área de lingüística, la que en nuestra carrera se ocupa de buscar una explicación más o menos científica de esto que todos transitamos y que podemos llamar la posibilidad del lenguaje, la de poner ideas en palabras; esta área, suele parecernos que nada tiene que ver con las literaturas. Y, en el mismo sentido, cuando elegimos estudiar literaturas y sumar al placer mismo de su lectura la posibilidad de aventurar alguna interpretación, buscamos —o nos proponen— algún marco teórico que nos dé un cierto respaldo para decir cómo está hecho el texto literario, qué es lo tiene que atrae y conmueve a quien lo lee.
De la misma forma, con un poco más de esfuerzo, tal vez podamos hacer que los instrumentos que nos ofrece la lingüística nos permitan dar cuenta no sólo del funcionamiento y de la naturaleza del lenguaje de todos los días sino también del literario. Esos discursos teóricos que explican el objeto que por excelencia nos interesa, es decir, el lenguaje en todas sus manifestaciones, son los que podríamos llamar discursos de la razón.
Así es como en vez de decir simplemente qué es lo que entendimos al leer El sonido y la furia de William Faulkner, lo diremos explicándolo, por ejemplo, a partir de la forma en que el autor utiliza la técnica del fluir de la conciencia. Y ahí es cuando se empieza a percibir, sobre todo en los que estamos más interesados en la lingüística que en la literatura, un cierto afán clasificatorio, categorizador, estructuralista, podría decir, que, sólo a efectos de este discurso voy a denominar “racionalizador”, y que, llevado al extremo, puede ser terrible.
Digo que es racionalizador porque establece límites racionales, destinados a la comprensión. Aunque no me olvido de que cuando algo es llamado “racional” implica ese iluminismo cartesiano que tanto podría dañar la autoestima de los que creemos haber escapado de “la modernidad”, los que fantaseamos con la idea de ser, por lo menos, sujetos posmodernos: unos pero múltiples, autosuficientes pero frágiles, sólidos pero líquidos, como díría Zygmunt Bauman.

¿Cuál es la salida a esto? ¿Cómo se puede expresar la emoción que nos hizo entrar a esta carrera si es que nuestra intención pasaba por aprender a leer y a escribir? Porque diremos que el de la Facultad es un ambiente que suele ser más favorable a la racionalización que a la expresión. Entonces, parece imposible pensar que se puede hacer las dos cosas a la vez. Toda la tradición del pensamiento occidental que comenzó con Platón nos ha enseñado a pensar que el discurso de la razón y el discurso de la expresión son, a simple vista, incompatibles.

Y aquí quiero traer a nuestro Borges.
Jorge Luis Borges, como sabemos, es uno de los escritores más importantes a nivel mundial. Pero ¿por qué lo es? Una de las razones es que en su obra narrativa desarrolló también una poética, es decir, una teoría literaria, pero no como un manual de instrucciones que consultaba cada vez que escribía; como si quien leyera teatro consultara la Poética de Aristóteles para ver si se respetan las unidades de tiempo, de lugar y de acción en una obra. Borges fue desarrollando, a medida que escribía, una teoría sobre lo que estaba escribiendo. Y lo hizo antes de que “famosas” teorías literarias como la de los formalistas rusos y las de los miembros de la Escuela de Praga se conocieran en el mundo. Así, Borges logró unir, más allá de la anécdota, el discurso literario con el teórico: la expresión con eso que he llamado racionalización.
Veamos cómo lo hace, por ejemplo, en el cuento “La forma de la espada”. En la narración que el Inglés de la Colorada hace al personaje de Borges, él (el Inglés) es el punto desde el cual narra los sucesos y cuenta la historia de la traición de la que lo ha hecho víctima Vincent Moon. Pero al descubrirse él mismo como Vincent Moon:
Le he narrado la historia de este modo para que usted la oyera hasta el final. Yo he denunciado al hombre que me amparó: yo soy Vincent Moon. Ahora desprécieme
[1].
se confunden, se unifican en el cuento, las figuras del narrador y la del personaje.
De esta forma, con un cuento, Borges nos muestra, nos enseña, que así como la razón no es la obligación de toda palabra, tampoco la emoción tiene necesariamente que ser la meta de toda expresión literaria. Eso es lo que parece decirnos.
¿Y nosotros, los amantes de las letras? La velocidad que nos impone la rutina diaria tal vez menoscaba nuestras oportunidades para una expresión pura. Y esto puede ser lo más doloroso: quizás nadie espere nuestra escritura, nuestra literatura.
El ejemplo de Borges se cuenta entre lo que suele denominarse alta literatura, pero en el habla, y aún en la escritura cotidiana, suelen presentarse oportunidades para unir la expresión que racionaliza con la manifestación de la emoción.

En una medida quizás un poco mundana y seguramente modestísima, los que estudiamos Letras —o por lo menos, yo, que estudio Letras— tratamos de ingeniárnosla para integrar esos dos discursos, el racionalizador que nos apasiona, nos frustra y nos vuelve un tanto obsesivos, con el que nos permite expresar lo que va más allá de la razón y se nos hace pobre si sólo lo nombramos con el lenguaje de la razón.
Esto, la búsqueda de los instantes donde la ardua belleza de una trama, la poesía minuciosa de un personaje, la psicología —o el alma— de la heroicidad se dejan ver, suele ser lo que en última medida nos produce el mayor placer. Y digo búsqueda y digo instantes porque nada nos garantiza el encuentro, la meta. Pero también porque la insistencia de nuestra apasionada obsesión por la literatura o simplemente por la escritura misma no nos deja vacíos. Como expresó el poeta griego Constantin Kavafis son las grandes metas las que nos permiten disfrutar del camino, y son los grandes ideales los que nos permiten enriquecernos en lo cotidiano, en los instantes sucesivos. Por eso, para finalizar, quiero compartir con ustedes esta poesía de Kavafis que compartió conmigo Griselda Fanese.

Ítaca

Cuando partas hacia Ítaca
pide que tu camino sea largo,
rico en aventuras y conocimiento.
A lestrigones y cíclopes,
al furioso Poseidón no temas.
En tu camino no los encontrarás
mientras en alto mantengas tu pensamiento,
mientras una extraña sensación
invade tu espíritu y tu cuerpo.
A lestrigones y cíclopes,
al fiero Poseidón no encontrarás
si no los llevas en tu alma,
si no es tu alma la que los pone ante ti.

Pide que tu camino sea largo.
Que haya muchas mañanas de verano en tu ruta
cuando con placer, con alegría
arribes a puertos nunca vistos.
Detente en los mercados fenicios
para comprar finos objetos:
madreperla y coral, ámbar y ébano,
sensuales perfumes -tantos como puedas-
y visita numerosas ciudades egipcias
para aprender de sus sabios.
Lleva a Ítaca siempre en tu pensamiento,
llegar a ella es tu destino.
No apresures el viaje,
es mejor que dure muchos años
y que seas viejo cuando llegues a ella
rico con lo que has ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te recompense.

A Ítaca debes el maravilloso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino
y ahora nada tiene para ofrecerte.
Si la encuentras pobre, Ítaca no te engañó:
hoy que eres sabio, y rico en experiencias,
sabes qué significan las Ítacas


[1] En J. L. Borges, La muerte y la brújula, Buenos Aires, Emecé, 1951. Pág. 79.

Leer la palabra para leer el mundo

Leer la palabra para leer el mundo

Cristina Mabel Gatica

Yo conocí un pueblo condenado a cien años de soledad. Sus habitantes son considerados meros espectros que vagan sin rumbo y no significan más que un voto cuando llega la ocasión y que por lo tanto no valen más que una caja de alimentos, un colchón, una frazada cada cuatro años. Se dirá que este es un conjunto de frases hechas, ya pronunciadas por innumerables bocas; pero, a pesar de que así sea, todo sigue igual. No habrá necesidad de que mencione el nombre de ese pequeño pueblo perdido en la olvidada ruta 23 de la provincia de Río Negro, porque ese pueblo también es este y aquel, es cualquier barrio de la periferia, es el pibe que pide moneditas en los semáforos o el que intenta vender unas tortas fritas en la esquina sin que lo desalojen; son las personas que se refugiaron en la catedral de Neuquén y que fueron invitadas a marcharse; es el señor que duerme debajo de unas maderas en Chile y Don Bosco.
Qué mejor herramienta que la educación para acabar con todo esto de una buena vez. Pero no la educación que termina por “domesticar” a la persona, la que lo manipula y la hace perder la conciencia de la dignidad; esa pérdida que lamentablemente es la que nos ataca por todos los flancos. No esa educación, sino, como Paulo Freire pregona, una educación que garantice la práctica de la libertad, que procure la liberación de la conciencia con vista a la posterior integración activa de la realidad, como sujeto de su historia y de “la” historia, que ayude a “reflexionar sobre la voluntad ontológica de ser sujeto”.
Y qué mejor instrumento que las letras para cumplir con este objetivo utópico; la literatura como trasmisora de la palabra y del mundo, como resistencia a los poderes del desarraigo. La democratización de la cultura implica considerar la palabra como derecho básico y fundamental para todos; considerar que creación humana es tanto la gran poesía consagrada durante siglos como el cancionero popular, considerar que los llamados “ignorantes” son personas cultas a las que se les ha negado el derecho de expresarse.
La literatura se me presenta como el grito más estridente para derrumbar la cultura del silencio: si los escritores leen el mundo antes de escribir la palabra por qué no leer la palabra para así leer el mundo. No creo estar muy equivocada: por alguna razón la censura tuvo como blanco predilecto a los libros, por alguna razón las letras siempre asustaron al autoritarismo.
Lo que ocurre es que leer literatura implica considerar las propias aptitudes creadoras; no se la percibe como una yuxtaposición de prescripciones dadas, implica un instante de reflexión y ese instante ya puede ser considerado como una rotunda transformación. Decir la palabra implica una transformación, es un acto creador capaz de engendrar otros actos creadores que desarrollan la impaciencia, la vivacidad, característicos de los estados de invención y de reivindicación.
El lenguaje, el pensamiento y la realidad establecen una relación estrechamente solidaria. No dejemos que otros decidan qué, cómo y para quién podemos leer el mundo. No consideremos que un trozo de texto es solo eso, ni que una composición literaria puede limitarse a ser la justa combinación de papel y tinta.

Poesía, libertad bajo palabra

Poesía, libertad bajo palabra[1]

Florencia Ceballos

No sé si a ustedes les ha sucedido, pero a mí sí. No encontrar la palabra justa. Pero, “¿y qué busco? / no el nombre de la deidad / no el nombre de los nombres / sino los nombres preciosos y precisos / de mis deseos más ocultos”(Alejandra Pizarnik).El problema de la elección de la palabra justa se entromete aquí y ahora, mientras escribo. Escribo, sabiendo que el lenguaje es un cuchillo de doble filo. Escribo, esperando que este paseo verbal por las afueras de no se sabe dónde, camino de no se sabe qué y en compañía de no se sabe muy bien quién, no termine en una mera divagación. En un principio pensé que la clave era resistirme al lenguaje, y que de esta forma llegaría a “buen puerto”.Sin embargo, y trayendo/citando a Heidegger, “el hombre no habla el leguaje, sino que el lenguaje habla al hombre”. Entonces, es así que he decidido dejar que el lenguaje me alumbre este trayecto verbal que compartiremos. Porque el lenguaje circula como la sangre por nuestro cuerpo, está en nosotros. Y como el lenguaje se reclama así mismo, sobre éste pretendo esbozar algunas ideas.
El lenguaje es fuente de vida inagotable, es solidario, gratuito. Al mismo tiempo, si pensamos que nuestra sociedad de consumo nos ofrece bienes costosos, agotables y no compartidos, el lenguaje se presenta como una alternativa subversiva frente al consumismo. Nuestra lengua refleja las miserias y las riquezas de una nación. Ante la lengua todos tenemos una responsabilidad humana. Lo que hagamos con ella o dejemos de hacer, es lo que nos hacemos o dejamos de hacer a nosotros mismos. Por lo tanto, ella es parte de nuestra identidad. Aún más importante, la lengua -y sobre todo la lengua escrita- es poder que trasforma, que tiñe la realidad con nuestra visión del mundo. De esta forma, palabra y sociedad consumista no van de la mano, ya que la palabra exige libertad, aventura, originalidad, para poder desplegarse.
Por otro lado, la realidad no es enteramente verbal, pero el lenguaje es quizás la única forma que tenemos de explicarnos la parte no verbal de la realidad. Y aquí es en donde mantengo que no hay verbo más sustancioso y trascendente que la palabra poética. Dice Octavio Paz, poeta mexicano: “La poesía quiere cambiar la vida. No piensa en embellecerla como piensan los literatos, ni hacerla más justa o buena, como sueñan los moralistas. Mediante la palabra, mediante esta expresión de la experiencia, se procura hacer sagrado al mundo”. El verso trasgrede el sentido común, flagela el silencio. La poesía nos permite poner el cielo de cabeza, cambiar la tarde de lugar. Por medio del refinado trabajo de la palabra se desdibuja el rostro de un recuerdo, la ventura de un te quiero.
¿Pero qué tiene la poesía que no tengan la pintura o la música? En la poesía el lenguaje se despliega por completo. La poesía ni siquiera permite la ejecución mimética. Pretender adquirir el título de poeta al transcribir un poema célebre es imposible. También, la poesía es más etérea, ya que al carecer de un aparato técnico es difícil de enseñar. Incluso la poesía nos permite combatir uno de los males de nuestra sociedad: el amordazamiento de la experiencia, el silenciamiento de lo que nos acontece como sociedad. El lenguaje poético nos permite romper los límites de lo decible.
Creo que es importante rescatar los pocos espacios que no se le han negado a la poesía: uno de los espacios es el humor; también en las letras de las canciones encontramos poesía .Sobre todo, lo poético habita en la tradición oral que se trasmite de generación en generación. Ésta es un presente continuo donde se conjugan el pasado y el futuro. Por ejemplo: los relatos folclóricos, rimas, adivinazas, los trabalenguas. Ciertamente, somos seres de ficción que como alimento necesitamos estos mitos, leyendas, quimeras para constituirnos. Sin estos relatos, sin esta poesía, no hay cultura.
Así es como la poesía no hace más que detener ese caudal de sangre que es el lenguaje, para examinarlo, poseerlo, exprimirlo. Por último, no creo que los poetas hayan sido eclipsados por la sociedad de consumo, ni que la poesía esté por desaparecer. Más bien habría que comenzar a escuchar el canto revelar y subversivo de la poesía, testimonio de nuestra totalidad.

Entre lo que veo y digo,
Entre lo que digo y callo,
Entre lo que callo y sueño,
Entre lo que sueño y
olvido
La poesía.

Octavio Paz


[1] Octavio Paz.