Poesía, libertad bajo palabra[1]
Florencia Ceballos
No sé si a ustedes les ha sucedido, pero a mí sí. No encontrar la palabra justa. Pero, “¿y qué busco? / no el nombre de la deidad / no el nombre de los nombres / sino los nombres preciosos y precisos / de mis deseos más ocultos”(Alejandra Pizarnik).El problema de la elección de la palabra justa se entromete aquí y ahora, mientras escribo. Escribo, sabiendo que el lenguaje es un cuchillo de doble filo. Escribo, esperando que este paseo verbal por las afueras de no se sabe dónde, camino de no se sabe qué y en compañía de no se sabe muy bien quién, no termine en una mera divagación. En un principio pensé que la clave era resistirme al lenguaje, y que de esta forma llegaría a “buen puerto”.Sin embargo, y trayendo/citando a Heidegger, “el hombre no habla el leguaje, sino que el lenguaje habla al hombre”. Entonces, es así que he decidido dejar que el lenguaje me alumbre este trayecto verbal que compartiremos. Porque el lenguaje circula como la sangre por nuestro cuerpo, está en nosotros. Y como el lenguaje se reclama así mismo, sobre éste pretendo esbozar algunas ideas.
El lenguaje es fuente de vida inagotable, es solidario, gratuito. Al mismo tiempo, si pensamos que nuestra sociedad de consumo nos ofrece bienes costosos, agotables y no compartidos, el lenguaje se presenta como una alternativa subversiva frente al consumismo. Nuestra lengua refleja las miserias y las riquezas de una nación. Ante la lengua todos tenemos una responsabilidad humana. Lo que hagamos con ella o dejemos de hacer, es lo que nos hacemos o dejamos de hacer a nosotros mismos. Por lo tanto, ella es parte de nuestra identidad. Aún más importante, la lengua -y sobre todo la lengua escrita- es poder que trasforma, que tiñe la realidad con nuestra visión del mundo. De esta forma, palabra y sociedad consumista no van de la mano, ya que la palabra exige libertad, aventura, originalidad, para poder desplegarse.
Por otro lado, la realidad no es enteramente verbal, pero el lenguaje es quizás la única forma que tenemos de explicarnos la parte no verbal de la realidad. Y aquí es en donde mantengo que no hay verbo más sustancioso y trascendente que la palabra poética. Dice Octavio Paz, poeta mexicano: “La poesía quiere cambiar la vida. No piensa en embellecerla como piensan los literatos, ni hacerla más justa o buena, como sueñan los moralistas. Mediante la palabra, mediante esta expresión de la experiencia, se procura hacer sagrado al mundo”. El verso trasgrede el sentido común, flagela el silencio. La poesía nos permite poner el cielo de cabeza, cambiar la tarde de lugar. Por medio del refinado trabajo de la palabra se desdibuja el rostro de un recuerdo, la ventura de un te quiero.
¿Pero qué tiene la poesía que no tengan la pintura o la música? En la poesía el lenguaje se despliega por completo. La poesía ni siquiera permite la ejecución mimética. Pretender adquirir el título de poeta al transcribir un poema célebre es imposible. También, la poesía es más etérea, ya que al carecer de un aparato técnico es difícil de enseñar. Incluso la poesía nos permite combatir uno de los males de nuestra sociedad: el amordazamiento de la experiencia, el silenciamiento de lo que nos acontece como sociedad. El lenguaje poético nos permite romper los límites de lo decible.
Creo que es importante rescatar los pocos espacios que no se le han negado a la poesía: uno de los espacios es el humor; también en las letras de las canciones encontramos poesía .Sobre todo, lo poético habita en la tradición oral que se trasmite de generación en generación. Ésta es un presente continuo donde se conjugan el pasado y el futuro. Por ejemplo: los relatos folclóricos, rimas, adivinazas, los trabalenguas. Ciertamente, somos seres de ficción que como alimento necesitamos estos mitos, leyendas, quimeras para constituirnos. Sin estos relatos, sin esta poesía, no hay cultura.
Así es como la poesía no hace más que detener ese caudal de sangre que es el lenguaje, para examinarlo, poseerlo, exprimirlo. Por último, no creo que los poetas hayan sido eclipsados por la sociedad de consumo, ni que la poesía esté por desaparecer. Más bien habría que comenzar a escuchar el canto revelar y subversivo de la poesía, testimonio de nuestra totalidad.
Entre lo que veo y digo,
Entre lo que digo y callo,
Entre lo que callo y sueño,
Entre lo que sueño y olvido
La poesía.
Octavio Paz
[1] Octavio Paz.
Azul

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